jueves, 30 de julio de 2009

La chinchana


Al mismo ritmo...


La chinchana es la danza que se baila en Campo el último día de la Fiesta Mayor. Una vez que sus notas dejan de sonar, ya no vuelve a escucharse ninguna otra música. Con el propósito de aprovechar al máximo las fiestas y sabiendo que hasta el próximo año ya no se podrá bailar, cuando llega el momento de bailar la chinchana no es de extrañar que se intente apurar al máximo y se alargue todo lo posible: no hay límite de tiempo ¡la chinchana durará hasta que la orquesta se canse de tocar!

Se compone la chinchana de dos ritmos bien diferentes, los dos instrumentales:

Uno de ellos es una pieza ligera y alegre, no identificada, que según los expertos tiene un origen antiguo. Las parejas, con las manos entrelazadas y formando filas van recorriendo la plaza y las calles al son de esa música. De repente, cambia la canción y allí donde los bailarines se encuentran tienen que ponerse a bailar el nuevo ritmo.

Y ese nuevo ritmo es, nada más y nada menos, que el famoso villancico catalán "El noi de la mare", que las parejas bailan como si fuera un vals, a la manera habitual de la música bailable. Sobre el origen de esta composición no podemos pronunciarnos, porque no conocemos el tema, pero lo que sí que quisiéramos resaltar aquí es el hecho de que en Campo esta composición se baila durante la Fiesta Mayor, pero no se canta para Navidad, lo que nos parece una gran singularidad.



Del programa de la Fiesta de Campo del año 2008:



«Las fiestas mayores de los pueblos son una feliz conjunción de muchas cosas. Las que yo recuerdo, de Campo, eran una amalgama de comida, bebida y música.

Por lo que se refiere al buen comer, la cosa iba de más a menos, en el sentido de que se empezaba con el aperitivo y los canalones de la copiosa comida del primer día y se terminaba con la sopa del tercer día, que ya nadie se molestaba en probar, pues todos estábamos agotados y medio dormidos.

El tema de la bebida, por el contrario, iba de menos a más porque, aunque se empezara consumiendo con moderación, a fuerza de ir acumulando vermuts, vino, champán y melocotón con vino, al final muchos andaban francamente cargados, como se solía decir.

Con la música era diferente, no había altibajos, era lo más ímportante desde el primer momento de la fiesta hasta el final.

El pasacalles de la víspera de la fiesta abría los festejos. La orquesta contratada para esos días desparramaba a los cuatro vientos sus notas «marchosas» y los expertos oídos musicales de nuestros paísanos no necesitaban escucharlas mucho rato, para saber si aquél año la orquesta era buena o si los de la Comisión "se habían lucido"…

Fueran buenas o peores, a las orquestas que venían para la fiesta se las requería para varias prestaciones. Igual tenían que actuar en la misa mayor como en el concierto de la sesión "vermut", o en los bailes de tarde y noche. Para cada momento había una composición musical apropiada, un vestuario de los músicos acorde a la situación e incluso una actitud que podía ir del grave, en la iglesia, al concentrado de la hora del vermut, cuando interpretaban "los Sitios de Zaragoza", hasta el desenfadado, cuando a la hora del baile se desataban con el "Twist de Saint Tropez".




Al acabarse las fiestas se marchaba la orquesta, pero algo quedaba suspendido en el aire y bien guardado en la memoria de los vecinos (y vecinas) de Campo: era el repertorio de las canciones que habían ofrecido en las sesiones de baile.

En aquellos tiempos en los que prácticamente nadie del pueblo tenía la oportunidad de escuchar la radio y la tele no había llegado todavía, la actuación de la orquesta en la fiesta era la única oportunidad de descubrir, por ejemplo, los éxitos del Festival de San Remo, que en la década de los 60 era el certamen que ponía de moda las canciones que se iban a bailar durante todo el verano.

Gracias a las repetidas interpretaciones que las orquestas hacían de aquellos temas, todo el pueblo se sabía de pé a pá la letra de "Marina" (Marina, Marina, Marina, contigo me quiero casar...), la de "Buonasera signorina, buonasera" o la de "Dime cúando tu vendrás" (dime cuándo, cuándo, cuándo...).

No sé cuáles serían las canciones que mis padres escucharon y bailaron en su juventud. Me imagino que debían recorrer la plaza al ritmo de pasodobles, tangos y hasta alguna ranchera, además del “Tiro liro”. Sí que recuerdo lo que nos contó yayo Juan: que en su época se bailaban mazurcas y jotas. A nuestros hijos, que viven pegados a la música y dependen de su lector de mp3, lo que puedan oir en la plaza no creo que les impacte lo más mínimo: ni les anima a bailar ni le prestan ninguna atención.

De todos modos, a pesar de que la música cambia de un año para otro, en Campo existe un ritmo que marcan todas las generaciones juntas, un baile en el que todos participan, y al que acompasan sus movimientos piernas jóvenes y viejas. Se sigue bailando todavía el último día de las fiestas, del mismo modo que lo hicieron nuestros padres y abuelos (aunque con una cadencia un poco distinta, según opiniones expertas). Nos referimos, por supuesto, a la chinchana.


La chinchana es la gran ocasión que se presenta una vez al año para poder compartir todos juntos un rato de alegría, de diversión y de ganas de hacer pervivir una tradición. Mal comparado, la chinchana es como nuestro himno, un himno que en vez de cantarse se baila. Es una manera de manifestar que estamos contentos y que queremos disfrutar y ser felices con los demás. Bien pensado ¡que lástima que se baile solo una vez al año!»




Si queréis escuchar la música de la Chinchana podéis visitar la página de Arafolk en Internet



3 comentarios:

  1. Hola quería felicitarte por este nuevo web, además es mas completo y, aunque no menosprecio la anterior, ésta es más organizada por orden donde uno puede saber de qué zona es.

    Muchas gracias por compartir con todos aquellos aragoneses enamorados de su tierra que quieren seguir aprendiendo.

    Darío

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Darío. Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Maria Jose:

    Sigo todos tus blogs.

    Un abrazo,

    Jordi

    ResponderEliminar