sábado, 8 de diciembre de 2012

Navidades austeras,


pero FELICES.

Así son las que pasábamos en mi casa, hace ya muchos años. Cuando se compara los menús que nos daba mi madre  con las sofistificaciones que se preparan en la actualidad, parecen ridículos, pero si se tiene en cuenta que durante el resto del año no había demasiadas ocasiones de alegrías gastronómicas, pues estas fiestas eran un regalo para el paladar y para el estómago. Como no había mucha posibilidad de abastecerse fuera del pueblo, se consumían los productos locales.

NOCHEBUENA.- Eramos muchos alrededor de la mesa (familiares, amigos...). De primer plato había sopa de pasta con tropezones de carne hervida, pelota (como albóndigas grandes), trocitos de huevo duro... En muchas casas del pueblo era costumbre comer cardo con salsa de almendras, pero como mi madre sabía el poco éxito que tendría "esa verdura" entre su troupe, optaba por no hacerlo. Para segundo plato solía servir un par de pollos guisados. Como entonces el pollo no se podía comer todos los días, pues era algo muy apreciado y especial. También recuerdo que se sacaban bandejitas con algún acompañamiento, pero ahora no recuerdo qué podía ser. De postre mamá hacía flán, o un brazo de gitano, y también unos bocaditos de mantequilla muy buenos, que se comían fríos. Además de los turrones de rigor, comíamos orejones de melocotón, nueces, almendras garrapiñadas que había hecho ella y otras "laminerías". Después de cenar, los jóvenes íbamos a misa de gallo y las personas mayores se quedaban al lado de la estufa. Al salir de misa volvíamos a casa, para terminar la reunión juntos.
DIA DE NAVIDAD.- Para empezar, era obligatorio tomar un vermut, que desde luego, no era de ninguna marca reconocida ni sin reconocer, porque no tenía marca alguna: era un vermut comprado "a granel", vamos, de garrafa. A los niños también nos ponían un chorrito de vermut en un vaso, con mucho sifón. Para acompañar la bebida había varias cosas para picar, como olivas, salchichón, cortezas de cerdo, mejillones de lata, cecina de jabalí,  etc. Después, pasábamos a la mesa, donde  nos volvíamos a encontrar para comer casi todos los comensales de la noche anterior. De primer plato solía haber entremeses y después ternasco al horno, con patatas panadera. Y de postre mamá solía preparar algo que nos gustaba mucho: naranjas rellenas de fruta con nata montada. Era un postre muy colorista y refrescante. Además, no podían faltar los turrones, polvorones y algunos frutos secos.
Pasados unos años las cosas evolucionaron y ya se podía comprar pescado en Campo, fresco y congelado,  y se podían  presentar a la mesa nuevos platos, ¡lástima que ya no estaban aquellos comensales para degustarlos! 



2 comentarios:

  1. Que rica esa sopa con tropezones y con pelota... yo también he tenido la suerte de probar esos manjares, aunque no en Navidad,(que tiempos aquellos...). Y del pollo guisado.... que voy a contar. A mí dame las Navidades de antes, no las de ahora.. Donde esté la comida de mamá que se quite lo demás.

    Aprovecho para desearos una FELIZ NAVIDAD y que el próximo año sea mucho mejor que este en todos los sentidos.

    Besos y abrazos desde Pamplona.

    ResponderEliminar
  2. Querida Inma, ¡cosa rara! el pasado día 8 me acordé que era tu santo y te escribí a la dirección que tengo, pero recibí devuelto el mensaje. Cuando puedas me envias la actual, por favor, que no quisiera estar "incomunicada" contigo. GRACIAS por dejar un comentario y que paséis unas buenísimas fiestas toda la familia. Un abrazo.

    ResponderEliminar