martes, 2 de junio de 2015

Aprendiendo a interpretar lo no escrito


Ssssssssilencios elocuentes  


No es la primera vez que, leyendo una noticia en el periódico, nos llama la atención más que lo que se dice, precisamente lo que se echa a faltar en la información, y es que, sin saber muy bien qué hay de raro en lo que leemos, algo nos alerta de que eso que nos están contando o no es verdad o está incompleto. Esto es lo que nos ocurrió en este caso que vamos a tratar.


En el diario Nueva España del 8 de noviembre de 1944, encontramos la esquela de Victorina Saso Palacio, maestra de Egea, que según se dice, "falleció de accidente en la villa de Campo el día 5 del corriente".   
Egea (Huesca)
¿Accidente? ¿Qué accidente? Normalmente en la sección de sucesos se contaba con todo lujo de detalles si una persona había sufrido un percance de coche, de bicicleta o una coz de un caballo, pero en este caso no se explicaba nada, porque no apareció ninguna noticia que informara sobre ello. El hecho de que la víctima fuera una maestra que acababa de dar su clase, o que la iba a dar, pues estaba haciendo el trayecto Egea-Campo,  normalmente hubiera convertido el acontecimiento en algo muy noticiable, pero el que no se hablara absolutamente nada de ese asunto, tenía que responder a un motivo importante.
Tanto los vecinos de Campo y los alrededores, así como los familiares de Victorina, supieron desde el primer momento que ella había muerto ametrallada. Parece ser  que los autores de esos tiros fueron un grupo de militares destacados en la zona para combatir a los maquis. Concretamente, cuando se produjo este hecho que estamos refiriendo, estaban en Aguascaldas. Contaron que le dieron el alto y ella no se enteró, así es que sospechando que estaba ocultando algo, le dispararon. Desde luego, las personas que conocen el terreno creen que es imposible oir nada en el punto donde  falleció la maestra, si se dirigieron a ella desde donde estaban parapetados los militares, por mucho que gritaran.
Otras versiones apuntan a que los militares le dieron el alto y ella se puso a correr, así es que también se convirtió en sospechosa y la solución pasaba por lo mismo: dispararle.
También hay quien dice saber que aquellos soldados no estaban por la labor (vigilar la zona) cuando vieron a Victorina por aquél camino, sino más bien todo lo contrario, pues estaban muy alegres, por no decir otra cosa. Pero bueno, para no acusar sin pruebas, limitémonos al hecho conocido, aunque se intentó silenciar: una maestra murió por unos disparos de metralla. Seguramente ella, como nosotros, tampoco supo quién se los dio.   


(Fuente: Hemeroteca "Diario del Alto Aragón" y vecinos y familiares)

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