jueves, 25 de agosto de 2016

Vacaciones de agosto




Un día de agosto
sin vacaciones


Aunque comprendo que este tema no afecta de manera particular a Campo, sí que creo que ilustra un poco lo que es la atareada vida de un "ama de casa a la vieja usanza", de las que no tienen edad de jubilación ni vacaciones. De todos modos, como esta voluntaria (no cobra) abnegada se encuentra todavía en todas partes (aunque en peligro de extinción), pues podemos decir que también atañe a una parte de la población de Campo.
Barcelona. Agosto 2015. Me levanto a las 7.45 y ya hace calor. Tomo el café. Riego un poco las flores de la terraza. Miro mi correo en el ordenador. Recojo la ropa del tendedor. Arreglo mínimamente el salón. Me ducho. Me preparo para la jornada.
9 horas: voy al supermercado. Compro para los próximos días; pido que me lleven la compra a casa. La traerán de 1 a 2.
Después del super voy a ver si encuentro en alguna tienda del barrio chanclas para mi nieto, nº 27, que me han encargado. Finalmente topo con una tienda donde tienen solo dos pares distintos de ese número. Dudo, elijo, pago y me voy.
Voy al zapatero a que me haga unos ahujeritos en una lona. Delante de mi hay una cliente muy pelma que cuenta y cuenta sus monedas para pagarle al zapatero los 1,70 euros que le debe. No alcanza lo que tiene, así es que le dice que ya volverá a buscar los cordones que le había comprado. Mientras tanto yo, sudando, dejo mi bolsa con las chanclas en una repisa que hay en el mostrador… El zapatero me consulta, hace lo que le he pedido, no me quiere cobrar nada, le doy las gracias y me marcho.
Voy al “chino” a comprar servilletas  de papel, etc. Llego a casa. Bebo zumo de naranja, dejo el bolso, hablo con mi marido (justo para decir “ya estoy de vuelta”) que está en el ordenador; me cambio de ropa y busco la bolsa con las chanclas. No la encuentro. Hago varias inspecciones oculares por todos los cuartos de la casa. Nada. De repente ¡idea! Me acuerdo que las he dejado en el zapatero, en aquella repisa del mostrador. Hace mucho calor, pero me cambio y salgo corriendo y volando a buscarlas. Demasiado tarde, ya no están. El zapatero me dice que no ha visto ninguna bolsa, alguien se las habrá llevado. Regreso a casa. Me cambio y hago alguna cosilla para poner orden, mientras espero al repartidor del super. Preparo la comida, comemos, limpio la cocina y me tumbo en la cama. Me quedo dormida hasta las 4.30.
Me despierto sobresaltada, preparo café para mi marido y para mi. Me cambio y salgo otra vez al zapatero a ver si alguien (el ladrón/a) ha devuelto las chanclas. No, nadie ha traído nada. Vuelvo a la zapatería de calzado infantil donde he comprado por la mañana. Delante de mi hay una pareja con un niño y una niña, probándose todos los zapatos de la tienda. Además de ellos, esperado su turno, hay una mamá con dos niños que no paran de pelearse. Al cabo de unos 10 minutos, le digo (grito) a la dependienta “¡me han robado!” y eso causa cierto revuelo, todos me miran de repente. Cuento brevemente mi caso, la empleada se enternece, me va a buscar el otro par de chanclas que le quedan y me cuela delante de todos sus clientes. Pago y salgo.
Voy a otro super y a una tienda especial de comestibles, a ver si encuentro cajitas de cereales individuales para mi nieto que vendrá pasado mañana, si Dios quiere. Los dependientes a los que pregunto me miran raro, se ve que hace años que ya no existen…  “¿se sigue fabricando eso?” me preguntan con cara de asco. 
De repente, ¿qué veo? En la última tienda que he entrado (buscando los cereales), un señor muy alto está metiendo botellas de cerveza en su mochila. Me mira y ve que le miro. Peligro, ¿qué hago? disimulo. Después, va al mostrador frigorífico y pilla algo sin identificar (por mi) y se lo pone también en la mochila. Sabe que le miro, aunque no me mire, y yo se que sabe que le miro, pero no me intimida ¡eso no se puede permitir! Voy al cajero para avisarle de que le están robando. Nada más empezar a hablar con él, el señor alto se acerca a nosotros ¡horror! ¿qué me dirá? Hay que actuar con cautela. Le pido al cajero si puede acompañarme un momento al mostrador de los cereales (que he visto que están detrás de una estantería y lejos del señor alto). El dependiente me sigue y le digo lo del hurto. Se ríe y dice que no me preocupe, que el señor alto es el encargado. Regresa a su puesto, y cuando llego yo a la caja lo encuentro allí contándoselo todo al susodicho señor alto, que hipócritamente me da las gracias por haber avisado al responsable. ¡Ojalá todo el mundo se comportara como Vd! me soltó halagador… Dirán lo que quieran, pero aunque fuera el encargado, aquello tenía todas las pintas de ser un robo.
Regreso a casa, no sin pasar por la tienda de congelados para comprar alcachofas, que son más buenas que las del super.
Al llegar a la portería, decido ir al cuarto trastero, que está en el piso -1, para buscar la sillita del coche que necesitará mi nieto. La cojo. Aprovecho para coger también una bolsa grande que necesito y voy al ascensor. Me meto yo y mis cosas (congelados, sillita, bolsas…) pero, ¡oh, no! La bolsa grande se queda enganchada en la puerta y no la puedo abrir. Intento sacarla estirándola, pero es imposible. El ascensor ni sube, ni baja, está inmovilizado. Llamo con el botón de alarma para ver si me oye el portero (que no he visto al llegar) pero nadie responde. No quedan vecinos en la casa, casi todos están de vacaciones. Respiro, lo más tranquilamente posible y procuro pensar lo más razonablemente posible, sin dramatizar, cosas frívolas tipo "¡si al menos hubiera pillado el otro ascensor que tiene espejo!" Oigo ruidos y me pongo a gritar, primero con volumen de voz normal ¡ascensor! ¡aquí, ayuda! después, a todo pulmón ¡ASCENSOR! POR FAVOR, ¡NO PUEDO SALIR! El esperado portero viene y me salva. Llego a casa sudando, voy a contarle todo lo que me ha pasado a mi marido pero, antes de empezar a hablarle, sentado delante de su ordenador, con los ojos fijos en la pantalla, me dice “¡Ah! te estaba esperando para que me bajaras un poco más el aire acondicionado…”.

Lo suyo sí que son VACACIONES.



domingo, 14 de agosto de 2016

Las fiestas continúan



Pero yo no...



Sé que, algunos de los seguidores de este blog, han encontrado a faltar este año el programa de la Fiesta Mayor de Campo en este espacio. Así me lo han dicho, y por eso, siento no haberlo podido ofrecer. Me imagino que no debe faltar en otros medios mejor informados, como la web del Ayuntamiento, etc. allí os pondrán al tanto de las actividades.
Pero, para que estos días no pasen sin al menos mencionarlos, os recordamos que el día 15 se celebra en Campo, como en otros muchísimos pueblos de España, la fiesta de su patrona, la Virgen de la Asunción, a la que nos referimos habitualmente como la Virgen de Agosto.
Lo mejor de todo de estos días, es que la gente se reúne en familia y participa activamente en todas las celebraciones. Eso es bonito. Lo peor, es que los que hemos perdido a muchos familiares, pues ya no tenemos ganas de tanta celebración, ya que en estas ocasiones es cuando más se encuentran a faltar los que se nos han ido. El consuelo que nos queda son los recuerdos de los buenos momentos de otras fiestas. 
Y, entre ellos, aún están, aunque sin colores, los modelos que nos endilgaba mi madre a mis hermanos y a mi para la misa de las 12; el aperitivo en la Plaza, con música en directo, claro está; aquella gran cantidad de gente endomingada que subía y bajaba por la plaza, impresionados del espectáculo en el que ellos mismos participaban; la mesa del turronero; los partidos de fútbol;  la rondalla que bajaba hasta la sierra; el baile de los Pajaritos que hacíamos bailar a mis hijos, en cuanto lo oíamos sonar en la Plaza, en las que fueron mis últimas fiestas en Campo...