miércoles, 28 de diciembre de 2016

La Navidad en Campo


Hace poco más de 50 años

Nochebuena

El día 24 de diciembre, desde pronto por la mañana, ya se palpaba en el aire una tensión especial. Los servicios de la gente menuda eran requeridos para encargos que normalmente no hacían. Las autoridades de la casa igual decidían que había que sacar de la calle un banco de madera porque hacía feo, como que había que subir unos cuantos cestitos de leña a la cocina, o ir a pedirle a una vecina algún instrumental determinado. Todo eran órdenes. Hasta en la cocina éramos requeridos para algunas tareas: partir almendras o nueces,hacer albóndigas pequeñas para el caldo, etc. 
Por la tarde era el número de la recolección de sillas y banquetas por toda la casa para llevarlas al comedor, con el fin de que no faltara asiento a ningún comensal.
Una vez terminada nuestra jornada laboral y después de que mis hermanos hicieran varias incursiones a la Plaza para ver cómo iba la preparación de la fogata, pues hasta que la encendían no se quedaban tranquilos, nos quedábamos mirando tebeos o jugando al parchís, hasta que llegaba el momento de ir a arreglarnos para la hora de la cena.
En casa, como pasaba en casi todas las casas del pueblo, se reunía la familia en sentido amplio, es decir, con los tíos, abuelos, etc. y también con aquellas personas conocidas que por alguna razón estaban solas.
Como entonces no es que hubiera mucha sofistificación en nada, la cocina también era austera, con sopa y cardo con bacalo o cordero de segundo. Más o menos ese era el menú de muchas familias. Para postre había pastillo de nuez o cabello de ángel, orejones, almendras, nueces, flanes... 
Bien cenados y contentos, los más jóvenes nos íbamos a Misa de Gallo, a las 12 de la noche. Era muy alegre, sobre todo cuando acabada la misa todo el mundo pasaba a adorar al Niño, mientras se cantaban villancicos como "Entre las tablas la nieve caía y el Niño lloraba de frío que hacía".Más de un año pasó que cuando entramos en la iglesia el tiempo estaba calmo y tranquilo y al salir había empezado a nevar copiosamente.  Parecía mágico. Con nieve o sin nieve, todo el mundo iba a "pegarse una calentada" a la fogata de la Plaza, que ya estaba ardiendo con fuerza.
  
Navidad


Casi siempre el día de Navidad volvíamos a ir  a misa, bien porque habíamos llegado tarde a la Misa de Gallo del día anterior y dudábamos que nos la dieran por buena, o porque queríamos participar en todas las actividades del día y disfrutar del ambiente festivo que había a la salida de la iglesia, contemplando a todo el mundo con sus mejores galas y queriendo ser feliz. Después, todos pasaban por la fogata a ver si tiraba bien o no y, finalmente, se organizaban grupos para ir a tomar el vermut. A las dos y pico de la tarde, se iban quedando vacíos los bares y la plaza y cada cual volvía a su casa para la comida familiar.
No se podía hacer mucha sobremesa, porque la sesión de cine empezaba a las 5 o así, y como abrían la puerta del Cine Cumbre un rato antes, la gente menuda éramos los encargados de ir allí, pillar un lugar bueno, cuanto más cerca de la gran y solitaria estufa mejor (parecía una locomotora) y "guardar sitio" a los mayores hasta que se dignaban aparecer por el salón. Una vez que les cedíamos sus asientos, nosotros teníamos que precipitarnos a los bancos de madera que había en las dos primeras filas, lugar reservado a los niños.
Orquesta de Campo
Al terminar el cine, el público desaparecía de allí rápidamente, pues volvían a sus casas a merendar y prepararse para la sesión de baile. Los responsables de la sala, comenzaban la frenética transformación de un cine en salón de baile. Hacían desaparecen filas enteras de asientos de madera, unas junto a otras alrededor del local y dejaban alrededor del escenario una amplia pista de baile, incluso se colocaban algunas mesas con sillas para poder tomar algo. En el escenario también había ajetreo, pues la orquesta que iba a amenizar la tarde colocaba sus instrumentos, sillas y atriles, en el sitio correspondiente, mientras se iba haciendo la instalación de los altavoces, con la cantinela habitual de "Probando, uno, dos".
Muy pronto se abría otra vez el salón al público, para la sesión de tarde. Para esta ocasión también nos mandaban los padres a los niños a guardar mesa y sillas, pero era más difícil hacerse respetar , así es que para evitar problemas procuraban llegar pronto. La orquesta empezaba su actuación y, después de un par de pasodobles, había ya un ambientazo, Los niños ocupábamos un lugar preferente, justo delante de los músicos y no nos perdíamos un baile. Los mayores también eran muy danzarines, y no paraban de atravesar la pista de un lado a otro a toda velocidad. Los únicos que se hacían los remolones eran los chicos y chicas. Ellos porque tenían que ir a sacar a bailar, y les daba mucho apuro que les dieran calabazas. Ellas porque tenían que esperar que las vinieran a invitar, y los chicos miraban y miraban mucho, pero les costaba acercarse a pedir si ella quería bailar, con él.
A las diez era la hora de la cena, se suspendía el jolgorio. Y a las 12 de la noche empezaba la sesión de noche. Los niños también solían acudir un rato, se estaba en familia. Los mayores se quedaban hasta las tantas.


Y cuando se apagaban las últimas notas de música, el día de Navidad se daba por terminado. Pero aún quedaba Año Nuevo y Reyes. 

  

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